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19 febrero 2010

Los Metales del Libro de Mormón, investigacion de Rafael Diogo

Extracto del libro aún Inédito “Testimonios adicionales de la veracidad del Libro de Mormón – Insertos en el Propio Libro” que escribe Rafael Diogo Jara.

“Y enseñé a mi pueblo a construir edificios y a trabajar con toda clase de madera, y de hierro, y de cobre, y de bronce, y de acero, y de oro, y de plata y de minerales preciosos que había en gran abundancia.” (2 Nefi 5:15)
En este versículo, Nefi se refiere a una determinada cantidad de metales con los cuales enseñó a su pueblo a trabajar. Menciona específicamente al hierro, al cobre, al bronce, al acero, al oro y a la plata. Anteriormente el mismo Nefi había dicho: “Y ocurrió que encontramos en la tierra de promisión, mientras viajábamos por el desierto… y hallamos toda clase de minerales, tanto el oro, como plata, como cobre.” (1 Nefi 18:25). En este caso Nefi no menciona entre los metales encontrados en la tierra ni al bronce ni al acero que dice en la otra cita que enseñó a su pueblo a trabajar con ellos, porque el bronce y acero no se encuentran en la tierra por ser una aleación producto de la mezcla de otros minerales. Sin embargo menciona al oro, a la plata y al cobre que sí se encuentran en su estado natural en la tierra.

El bronce, es una aleación de cobre con estaño (a veces con adición de cinc o algún otro cuerpo) y Nefi lo menciona muchas veces, especialmente al referirse a las “planchas de bronce” (1 Nefi 5:10-14).

En cuanto al acero, es una aleación de hierro con carbono. Anteriormente Nefi ya había mencionado dos veces al acero. La primera al referirse a la espada de Labán al decir: “Y percibiendo su espada, la saqué de la vaina; y el puño era de oro puro, labrado de una manera admirable, y vi que la hoja era de un acero finísimo.” (1 Nefi 4:8-9). La segunda vez que lo menciona es al referirse a su arco, cuando dijo: “Y aconteció que yo, Nefi, al salir a cazar, he aquí, rompí mi arco, que era de acero fino.” (1 Nefi 16:18). Ambos episodios ocurrieron aproximadamente entre los años 600 y 592 a.C. En esa época el Libro de Mormón menciona la existencia de acero entre el pueblo. También en el Libro de Mormón, cronológicamente antes de Nefi, se menciona una vez al acero entre los jareditas (Éter 7:9), quienes poblaron este continente aproximadamente del año 2.200 A.C. hasta aproximadamente el 586 a.C. Sin embargo, después del año 399 a.C. (Jarom 1:8), no se vuelve a mencionar más el acero en el Libro de Mormón, pero no necesariamente eso indicaría que no se haya fabricado más entre los nefitas.

El oro, aunque se encuentra en estado natural en la tierra, como es sabido, debe ser aleado con otros metales para fabricar joyas u ornamentos, ya que el oro puro (24 kilates), es muy blando y no sirve para esos usos. Una buena aleación que le da dureza a la pieza, y no le quita demasiado valor, es el oro 18 kilates (o ley 0,750), como lo conocemos actualmente, que consiste en 18 partes de oro y 6 de cobre u otro metal denominado liga. Esto lo conocían los pueblos precolombinos, y a su manera aleaban diferentes proporciones de oro con cobre o con otros metales en su orfebrería.

También el rey Limhi se refirió a los metales al decir: 
“Han traído petos, los cuales son de gran tamaño; y son de bronce y de cobre, y están perfectamente conservados.
Y más aún, han traído espadas cuyas guarniciones se han consumido, y cuyas hojas estaban carcomidas de herrumbre…” (Mosíah 8:10-11).
Las armas acá mencionadas por el rey Limhi fueron descubiertas por su pueblo alrededor del año 121 a.C. y pertenecieron a los jareditas. No sabemos si los jareditas mantuvieron algún contacto con el Viejo Mundo, luego de llegar al continente, para mantenerse al tanto de los descubrimientos tecnológicos de la época con respecto a los metales. Ni sabemos en que forma ellos contribuyeron paralelamente a algún tipo de esos descubrimientos.

La herrumbre, mencionada por el rey Limhi, es óxido en la superficie de objetos fabricados de hierro al estar en contacto con la humedad. Los objetos fabricados de acero, también se corroen por causa de la herrumbre, ya que son aleaciones con hierro. Esto hace más difícil encontrar a través de los siglos pruebas arqueológicas de objetos de estos metales.

Debemos considerar que no sabemos si algunos de esos metales mencionados por los cronistas del Libro de Mormón eran realizados con las mismas aleaciones que conocemos en la actualidad, o eran otras y al ser traducido el Libro por José Smith fueron mencionadas con nombres de metales que se conocen actualmente.

Hay un metal desconocido, denominado ziff, que es mencionado dos veces en el Libro de Mormón (Mosíah 11:3 y 8). Posiblemente sea una aleación desconocida en la época de José Smith, ya que es de suponer que si se refería a uno de los metales o aleaciones conocidas sería traducido con ese nombre.

En nuestra época, al metal puro le llamamos oro y a las diversas aleaciones con oro también le llamamos oro. Tal vez los nefitas, a las diferentes aleaciones con oro les pusieran otro nombre. En nuestra época, por ejemplo, tenemos al oro 20 kilates que consiste en 20 partes de oro puro y 4 de otra aleación, y sin importar cual sea la aleación se seguirá llamando oro. Lo mismo sucederá con el oro de menor o mayor kilates. Aunque, algunas veces se hace diferencias en joyería refiriéndose a oro blanco (oro puro con paladio y plata); oro gris (oro puro con níquel y cobre); oro verde (oro puro con plata); oro amarillo (tres partes de oro puro con media de plata y media de cobre); oro rosa (tres partes de oro puro con 1/5 de plata y 4/5 de cobre), o a oro rojo (oro puro con cobre). Posiblemente el ziff haya sido alguna de estas aleaciones con oro, u otra con otro metal, o con estos mismos metales pero en diferentes proporciones. El ziff debe haber sido un metal precioso porque se lo menciona la primera vez inmediata  entre los metales con los que el rey Noé adornó sus elegantes edificios. También por el contexto se desprende que había abundancia de este metal, porque el pueblo debía pagar impuestos al rey Noé por su posesión (explotación o elaboración).

Los pueblos americanos anteriores a Colón, utilizaban aleaciones con oro, plata y cobre, como lo prueban los despojos que les hicieron los primeros conquistadores españoles. No es de extrañarse pues, que estos pueblos también dominaran la metalúrgica con otras aleaciones produciendo otros metales, o que hayan descubierto el uso de otros minerales que tan abundantemente existían en su estado metálico puro en este continente, porque capacidad para hacerlo tenían.

Los metales mencionados en el Libro de Mormón que usaron los nefitas, fueron descubiertos antes de la partida de Nefi de Jerusalén, excepto el ziff que no sabemos que metal es. También al especificar Nefi que la espada de Labán era de “acero finísimo” y que su arco era de “acero fino” da a entender que en esa época también ya había diferentes tipos de acero, lo que concuerda con la historia y la arqueología.

Los metales que se mencionan como encontrados entre las ruinas de los jareditas, como el bronce, el cobre y el hierro (al mencionarse la herrumbre), son también mencionados en la Biblia, a pesar de que la historia y la arqueología no tengan aún referencias tan antiguas. Por ejemplo, el bronce y el hierro ya se mencionaban en el Génesis (4:22), y el cobre en el Éxodo (25:3).

El acero, utilizado por los jareditas, una de las fuentes mencionadas en esta obra lo sitúa en el año 3.000 A.C. En la Biblia nunca se menciona al acero, a pesar de ser contemporáneo de ella. Posiblemente el acero antiguamente sería llamado simplemente hierro, ya que es hierro con una proporción tan insignificante de carbono (alrededor del 3% o menos). Debe considerarse que si los jareditas dominaban el arte de la metalurgia para fabricar petos y armas de cobre, bronce y de hierro, pudieron descubrir el acero paralelamente como otros pueblos del mundo lo descubrieron. La arqueología difícilmente podrá obtener piezas tan antiguas para verificarlo y poder correlacionarlas con el período en que los jareditas poblaron América, ya que estaríamos hablando de varios milenios de antigüedad. Más difícil es aún encontrar evidencias arqueológicas, porque el acero es un metal corruptible.

"Metales como el oro, la plata y el cobre, fueron utilizados desde la prehistoria. Aunque al principio sólo se usaban si se encontraban fácilmente en estado metálico puro (en forma de elementos nativos), paulatinamente se fue desarrollando la tecnología necesaria para obtener nuevos metales a partir de sus minerales, calentándolos en un horno mediante carbón de madera. .

En arqueología, la edad del hierro es el estadio en el desarrollo de una civilización en el que se descubre y populariza el uso del hierro como material para fabricar armas y herramientas. En algunas sociedades antiguas, las tecnologías metalúrgicas necesarias para poder trabajar el hierro aparecieron de forma simultánea a otros cambios tecnológicos y culturales, incluyendo muchas veces cambios en la agricultura, las creencias religiosas y los estilos artísticos, aunque ese no ha sido siempre el caso.

La edad del hierro es el último periodo principal en el sistema de las tres edades, usado para clasificar sociedades prehistóricas, y es precedido por la edad del bronce. Su fecha de aparición, duración y contexto varía dependiendo de la región estudiada. La primera aparición conocida de sociedades con el nivel cultural y tecnológico correspondiente a la Edad de Hierro se da en el siglo XII a. C. en dos lugares: en el Antiguo Oriente Próximo, en la antigua India (con la civilización Védica, posterior a la Rig Vedá) y en Europa, durante la Edad Oscura griega. En otras regiones europeas, el inicio de la Edad de Hierro fue muy posterior; no se desarrolló en Europa central hasta el siglo VIII a. C., y hasta el siglo VI a. C. en el norte de Europa. En África el primer exponente conocido del uso del hierro mediante fundición y forja es la cultura Nok, en la actual Nigeria, hacia el siglo XI a. C."
(Extractos de Wikipedia – La Enciclopedia Libre).

“La Edad de los Metales: El descubrimiento de la fundición de los metales tuvo un impacto muy profundo en las culturas existentes. El espació dejó de ser, definitivamente, homogéneo, y las zonas mineras comenzaron a ser más ricas que las demás. Hubo un interés creciente por dominarlas, incluso por la fuerza.

“Aunque la fundición de los metales revela un mayor dominio del medio, esto no quiere decir que los pueblos que sabían procesar el bronce tuviesen culturas más avanzadas. El período de transición entre el Neolítico y la Edad del Cobre se le llama Eneolítico, aunque no todos los historiadores reconocen este período. En realidad, sólo la cultura micénica fue una civilización basada en la metalurgia del bronce. Pero también es cierto que el alfabeto surgió en sociedades que dominaban la metalurgia del hierro.

“El cobre: “El descubrimiento de la metalurgia del cobre no supuso el fin de la industria lítica. Algunas culturas tendrán ahora su época de mayor perfección; pero se irán aculturando con el tiempo. El cobre es un metal blando y de pocas aplicaciones, que en principio no competía con la piedra. Además, las demandas eran muchas y las zonas mineras pocas, lo que le hacía un metal muy caro.

“El descubrimiento del cobre se realizó o en Egipto o en la altiplanicie del Kurdistán. Fue desde este último lugar, desde donde se inició su difusión por todo el mundo. Hacia el año 4000 a.C. ya se conoce el cobre en Egipto; hacia el 3500 a.C. aparece en Mesopotamia, Irán y la India; hacia el 3000 a.C. en el Egeo y China; y entre el 2500 y el 2000 a.C. en Europa. Los objetos de cobre entraron en Europa a través del valle del Kubán, pero los auténticos propagadores de la técnica de fundición fueron las culturas del vaso campaniforme.

“El bronce: “El bronce es una aleación de dos metales: cobre y estaño. Esto supone un avance significativo con respecto al estadio anterior. Además, hizo necesario que se pusiera en contacto las zonas mineras de cobre y las de estaño, lo que favoreció el comercio. El mineral de cobre se había descubierto en muchas partes, pero no el de estaño. Esta aleación consigue objetos más duros y duraderos que los de cobre.

“El origen del bronce parece estar en Armenia, en torno al año 2800 a.C., pero aparece casi simultáneamente en la India, Irán, Sumeria y Egipto. Hacia el 2400 a.C. llega al Egeo y hacia el 1700 a.C. a Europa.

“El hierro: “En el último milenio a.C. aparece la siderurgia del hierro. El hierro ya era conocido, e incluso se han encontrado objetos de hierro fundido que se datan en torno al 1800 a.C. Sin embargo, los primeros en trabajar el hierro en abundancia fueron los hititas, hacia el 1300 a.C., que lo exportaban a Egipto y a Asiria. En Grecia el hierro entró con los dorios hacia el 1200 a.C. En el resto de Europa alcanzó su máximo esplendor hacia el 450 a.C., con la cultura de La Tène.

“El hierro era un metal mucho más duro y duradero que el bronce, pero también necesita unas temperaturas mucho mayores para su fundición.”
(Santiago Pastrana – España - http://pastranec.net/historia/prehistoria/metales.htm).

“El Acero y su Historia (por andecsa): El acero es un elemento aleado fundamentalmente formado por carbón y hierro, es de entender que en las aplicaciones industriales y tecnológicas actuales suele ser combinado por otros metales los cuales le brindan propiedades específicas como son el manganeso, cromo, molibdeno, etc. La proporción del acero es usualmente de máximo el 2 % de carbón, en un 98 % de hierro, aunque la proporción común es de 0.2 al 0.3 % de carbón, cuando se sobrepasa esta porción se da origen a aleaciones que son muy duras y difíciles de maquinar por lo cual es usual la elaboración de partes mediante el colado en moldes, identificándose por este efecto acabados superficiales en las mismas pobre y hasta rústicos, sin embargo con el advenimiento de nuevas y mejores tecnologías se ha podido superar esta deficiencia ya sea mediante la micro fundición, fundición centrífuga, fundición modular, etc. Un buen ejemplo que es común en nuestra cotidianidad de este tipo de aleación de acero corresponde a los accesorios del alcantarillado vial.

“Historia: No se tiene a ciencia cierta un indicio de cual fue la fecha exacta de la elaboración de los primeros aceros, pero se identifican productos elaborados de acero, en el año 3000 a.C., sin embargo los primeros aceros producidos con características similares de calidad ( cantidad suficiente) al acero actual fueron obtenidos por Sir Henry Bessemer en 1856 con la ayuda de un proceso por el diseñado utilizando fósforo y azufre, sin embargo debido a la necesaria presencia de estos elementos, ha caído en desuso, siendo sustituido por el sistema inventado por Sir William Siemens en 1857 el cual descarburiza la aleación de acero con la ayuda de óxido de hierro.

“Actualmente los procesos han ido mejorando el acero en especial el usado mediante la reducción con oxigeno inventado en Austria en 1948 y el colada contian que es el que permite la formación de perfiles mediante la dosificación del material fundido en un molde enfriado por agua que genera un elemento constante en su sección el mismo que es afinado en sus dimensiones con rodillos.”
(Producción, aplicación y obtención de acero y hierro en acerías y fundiciones –http://aceroyhierro.wordpress.com/)

“Se sabe que el cobre fue usado en la América prehistórica porque se ha encontrado una gran cantidad de objetos de cobre. Parece cierto también, que el hierro fue conocido y usado; pero, dado que el hierro se oxida fácilmente pocos objetos de hierro de días prehistóricos han sido encontrados en América. Este hecho ha sido usado para poner dudas sobre la historia del Libro de Mormón. Sin embargo, los autorizados muy generalmente concuerdan que, el hierro ha estado bajo el dominio de los pueblos en la antigua América. ‘No hay evidencias que el uso del hierro fuera conocido excepto la dificultad de talar bosques y trabajar piedras con implementos de piedra y cobre blando’. (Bancroft, 4:779).

“El hierro era desconocido para ellos en tiempo de los incas, aunque algunos mantienen que lo tuvieron en épocas anteriores a las cuales pertenecen las minas del Lago Titicaca. El hierro era y aun es muy abundante en Perú. Es imposible concebir cómo los peruanos pudieron cortar y labrar las piedras con tanta maestría o construir sus grandes carreteras y acueductos sin el uso de herramientas de hierro… Algunos de los idiomas del país, quizás todos, tienen nombres para el hierro. ‘Es notable’, observa Molina, ‘que el hierro, que ha sido tenido como desconocido para los americanos antiguos, tiene nombres particulares en algunos de sus idiomas’. (Baldwin, pág. 248). ‘El hierro parece haber sido desconocido en América al tiempo del descubrimiento por los españoles; pero, los edificadores de túmulos dan pruebas que, no sólo lo conocieron sino que lo manufacturaron en herramientas e implementos’. (De Roo, 1:67). ‘Hay una tradición (entre los indios) que Florida fue una vez habitada por gente blanca, quienes usaban herramientas de hierro, (las cuales) y la pared subterránea encontrada en la Carolina del Norte, muestran que ellos (la gente blanca) tenían conocimiento del hierro y, por consiguiente, sabían cómo trabajarlo, pues, de lo contrario no perdían haber tenido herramientas de hierro’. (Priest, pág. 233).

“Priest nos habla del hallazgo de hachas y martillos de hierro en las cavernas de salitre en el Condado de Gazcufía, en Misurí, y que el Dr. Beck, ‘considera la circunstancia de haber encontrado esas herramientas en las cavernas de salitre, como algo que suministra un grado de evidencia que dicho Condado fue primitivamente poblado por una raza de hombres que tenían conocimiento del uso del hierro, y excedían a los indios en civilización y conocimientos de las artes’. (Priest, pág. 236).

“El hierro meteórico ha atraído la atención de los hombres en épocas diferentes y en regiones extensivamente separadas. En el Nuevo Mundo, por ejemplo, fue usado no sólo por los incas del Perú, sino también por los mayas de Yucatán y los aztecas’ de México, Américo Vespucio encontró a los Indios de la región del Plata- en Sud América, haciendo puntas de flechas y pequeñas herramientas de ese metal; los indios de Norte América, lo consideraban un metal tan precioso que lo usaban para cubrir sus cuentas de oro. Ornamentos y herramientas de hierro meteórico han sido descubiertos en los túmulos de los valles del Misisipi y Ohio. Los esquimales de Groenlandia usaban fragmentos de ese metal insertados en mangos de huesos para cuchillos y puntas de arpones; aun, recientemente, Peary, encontró la tribu de la Bahía de Melville usando herramientas de ese tipo’. (The Origin and Early Spread of Iran-Working, Harold Peake, en la Geographical Review, October, 1933).

“Priest, describe el hallazgo en el Condado de Onandaga, Nueva York, ‘en la misma tumba junto con la botella… un hacha de hierro con el filo de acero… En la misma ciudad fueron encontrados los restos de una fragua de herrero; en este lugar han sido desenterrados crisoles como los que usan los mineralogistas para refinar metales. Dentro de la clase de estos trabajos han sido encontrados pedazos de hierro fundido, sacados de piezas de considerable espesor. Yunques de hierro han sido encontrados en Pcm-peya, (Condado de Onandaga) en la misma región de los otros descubrimientos, los cuales era natural encontrar, pues, de lo contrario, podría preguntarse cómo manufacturaron hachas y objetos de hierro para carruajes’. (Priest, págs. 252, 253, 255).

“A una profundidad de 5 ½ pies bajo la tierra en el lugar del templo, entre trozos de alfarería y enterrado en carbón vegetal, yo encontré un implemento de acero o hierro endurecido. La mayor parte estaba casi completamente destruido por la corrosión; pero, la punta en forma de cortafrío, estaba en buenas condiciones. Es tan dura que difícilmente puede limarse, raya el vidrio y con tal herramienta es un asunto fácil cortar y labrar la piedra más dura’. (Verrill, Word’s Work, January, 1928, citado por el Presidente A. W. Ivins, 99ª. Conferencia Anual, pág. 11).” (

(John A. Widtsoe y Franklin S. Harris - Extractos de la Obra “Siete Afirmaciones y Evidencias del Libro de Mormón” - Copyright, 1937)

(Nota: Ver Análisis de 1 Nefi 5:10 “El Uso de Láminas de Metal para la Escritura”)

Conclusión

Los textos analizados en este capítulo constituyen un testimonio adicional de la veracidad del Libro de Mormón, porque existe congruencia con los metales mencionados en el Libro con la historia, la arqueología y la misma Biblia. Téngase presente que los pueblos del Libro de Mormón a partir del segundo siglo después de Cristo, comenzaron una decadencia espiritual, social y sin dudas, como consecuencia, una decadencia tecnológica. Por lo que no es de extrañarse que muchos de sus conocimientos se perdieran, y que en las cruentas guerras fueran destruidas tantos sus industrias como quienes poseían los conocimientos de metalurgia.

20 febrero 2011

Planchas de oro en América Precolombina

Basado en la presentación "Metals and Golden Plates in Measoamerica" dictada por Daniel Johnson en Octubre de 2010 en la conferencia anual del Book of Mormon Archaeological Forum. Esta presentación pre-supone que la región geográfica del Libro de Mormón es Mesoamérica.

Una de las críticas más comunes es que la mención de ciertos metales por parte del Libro de Mormón es anacrónica y con "nula" evidencia en América precolombina. Menos, dicen los críticos, el siquiera pensar en fundamento para creer que hubo "planchas de oro". Nos apoyaremos en los descubrimientos compartidos recientemente por Daniel Johnson para refutar esta crítica.

¿Qué es una "plancha" de escritura?

Antes de comenzar, daremos una definición atingente al término "plancha". Entenderemos a una "plancha" tal como lo define la Real Academia de la Lengua Española, como "un pedazo de metal plano y delgado". Tomaremos "planchas" que contengan cierto tipo de información escrita, ya sea de caracter histórico o religioso.

Los metales del Libro de Mormon en Mesoamérica

Como las planchas se componen de una lámina delgada y plana de metal, es también importante describir los metales que menciona el Libro de Mormón. Éstos son, en orden alfabetico:
  1. Acero (El acero es una aleación de hierro y carbono, consecuentemente éste último elemento también está presente implícitamente en el Libro de Mormón)
  2. Bronce
  3. Cobre
  4. Hierro
  5. Oro
  6. Plata
A su vez, sabemos que las culturas del Libro de Mormón efectivamente escribían cierta información importante de carácter histórica o religiosa que era necesaria de perpetuar, en planchas de estos metales.

Las planchas que menciona el Libro de Mormón categorizadas por tipo de metal son:
  1. Planchas de Bronce: entre éstas se encuentran las planchas del hebreo Labán (1 Nefi 3-5,13:23) que Lehi trajo desde Jerusalén que contenían las Escrituras hasta el 600 a.C. y la genealogía de sus padres.
  2. Planchas de Oro: Las 24 planchas de los jareditas (Mosiah 8:9; Eter 1:2) y el mismo Libro de Mormón (muy posiblemente una aleación de oro y cobre, según declaración de William Smith, hermano menor de José Smith)
  3. Planchas de otros metales no especificados: Planchas de Nefi (mayores y menores) y Planchas de Mormón.
Sabemos que cualquier región que reclame ser la región geográfica de los pueblos del Libro de Mormón debiese cumplir la condición de tener estos metales en ella y consecuentemente dar la posibilidad a sus antiguos habitantes el haber fabricado utensilios con éstos, en específico el objeto de nuestro estudio planchas o láminas delgadas y planas con información culturalmente relevante.

Daniel Johnson, en su presentación, muestra primeramente cómo se distribuye el metal en la región de Mesoamérica para ver si verdaderamente hay sustento para los metales que menciona el Libro de Mormón:

Mapa de los yacimientos actuales de metales en la región de Mesoamérica


Al observar este mapa de los yacimientos de Guatemala, efectivamente hallamos suficiente evidencia para los metales del Libro de Mormón. Se mecionan yacimientos de oro, cobre, hierro, plata. [Nota del autor del presente articulo: También hay evidencias de yacimientos de carbón, así que la confección de acero era perfectamente factible. Ver aquí ]

Si vemos un mapa de México, al norte de la anterior, veremos que si bien es rico en oro, no es rico en hierro, como lo es el anterior:



Aquí visualizamos un mapa global de los yacimientos, dándonos una visión panoramica y global de los metales:


Planchas de oro en el viejo mundo

De forma previa a introducirnos en el hallazgo mismo de las planchas de oro en Mesoamérica, Daniel Johnson nos sitúa en el contexto y hace un resumen de los hallazgos de planchas de oro y otros metales anteriores en diferentes partes del mundo:

Pequeña plancha de oro encontrada en Autria [en la tumba de un niño romano]. Data del siglo III a.C. Contiene una de un hebreo de una transliteración al griego de Deuteronomio 6:4 "ΣΥΜΑ ΙΣΤΡΑΗΛ ΑΔΩNΕ ΕΛΩΗ ΑΔΩN Α" o en español "Escucha, oh Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es"
Planchas de Bronce datadas en 109 a.C. durante el gobierno del emperador Trajano en Roma.

Parte de los rollos e Qumran del mar muerto (1%) fueron escritos en rollos de cobre. 
Datados entre 50-100 a.C.

Plancha de cobre de Taxila en Pakistán, escrita en el siglo I a.C

Planchas de oro de Pyrgi, cerca de Roma, escritas en etrusco antiguo que datan del siglo V a.C

Plancha de oro del Rey Dario, encontradas en Persia datadas en el 522 a.C.

Otras planchas de metal precioso encontradas en una caja de piedras

Libro etrusco hecho de 24 planchas de oro, encontrado en Bulgaria y datado en el siglo V a.C

Los manuscritos bíblicos más antiguos conocidos, escritos entre 600-700 a.C. en rollos de plata, encontrados en una tumba cerca de Jerusalén, conetniendo la bendición sacerdotal de Numeros 6 escrita en Paleo-Hebreo.


Planchas de oro en América

Daniel Johnon nos comparte el impresionante hallazgo de planchas de oro en Mesoamérica. El lugar en que se encontraron estas planchas es un afamado cenote sagrado de la región de Chichen Itzá. Los artículos fueron de varios tipos entre los cuales se hallaron planchas de oro rectangulares y circulares.


Vista del cenote sagrado de Chichen Itzá, lugar del descubrimiento de las planchas de oro
El arqueólogo Edward Hebert Thomson entre los años 1904 al 1910, drenó y excavó en el cenote. Las imagenes a continuación dan fe de sus hallazgos, los cuales fueron enviados y guardados desde esa fecha por el Museo Peabody en la Universidad de Harvard: 

Muchos objetos tales como puntas de flechas, hachas de bronce, herramientas de cobre. 
Así también dentro de los hallazgos de Thomson fue herramientas de hierro en una tumba de una momia en Costa Rica en 1883, entre otros objetos concordantes al los metales del Libro de Mormón.

Las planchas encontradas son de dos tipos:
  1. Fragmentos de planchas de forma rectangular de oro
  2. Planchas amplias de forma circular de oro
Daniel Johnson nos muestra fotografías exclusivas de estos objetos de interés:



Algunos fragmentos de planchas de oro precolombinas 
extraídas del cenote de Chichen Itzá, datadas en el siglo IX a.C con jeroglíficos en ellas

 Contexto de uso de las planchas circulares son discos de información
de guerreros Toltecas. Las imagenes arriba los resaltan en los jeroglíficos en los murales del  Templo del Jaguar en Chichen Itzá. Estos discos sirvieron como símbolos de poder, autoridad y profecía y proveyeron un enlace al mundo más allá de la muerte. El oro probablemente vino de America central y probablemente haya sido grabado en Yucatán

Daniel Johnson también nos muestra imágenes exclusivas de estas planchas circulares de oro con impresionante detalle de su escritura en ella:


Los escritos en estas planchas tuvieron un caracter sagrado, lo cual da evidencia que no sólo los precolombinos de Mesoamerica escribían en planchas de oro; sino que también usaban esta técnica del grabado sobre delgadísmas laminas de oro para perpetuar tratados religiosos.

Conclusión

Muchos detractores del Libro de Mormón por años fueron escépticos de que en la américa precolombina se hallaran estas láminas de oro escritas y en base a ello criticaron fuertemente la aseveración de José Smith acerca de la imposibilidad absoluta que los precolombinos Mormón y Moroni hubiesen podido compendiar un registro en planchas de oro, como lo hacían en ciertas ocasiones las civilizaciones del viejo mundo.

Ahora la evidencia, si bien primeriza, es tan contundente en contra de la crítica que una vez más reafirma la veracidad histórica del Libro de Mormón y echa por tierra todo escepticismo anterior a esta evidencia.

Nuestros agradecimientos a Daniel Johnson por su presentación.

23 noviembre 2008

¿Existía metal antes de la conquista en América?

Este artículo fue tomado y traducido del discurso pronunciado por el élder H. W. Hunter, durante la Conferencia General de la Iglesia que se llevó a cabo en abril de 1970. (Improvement Era, junio de 1970, págs. 100-101.)

Por Rafael Diogo, 
Extracto del libro aún inédito “Testimonios Adicionales de la Veracidad del Libro de Mormón – Insertos en el Propio Libro”.


Durante muchos años, los científicos que se especializan en el área de Mesoamérica afirmaron que la metalurgia era desconocida en esta región hasta después del final de la era clásica, alrededor del año 900 d.C. Por otra parte, el Libro de Mormón indicaba que los nefitas utilizaron el hierro, el cobre, el bronce, el acero, el oro y la plata casi desde principios de su historia (2 Nefi 5:15), y los jareditas utilizaron el oro, la plata y otros metales más de mil años antes. 

Sin embargo, los nuevos datos e interpretaciones apoyan las afirmaciones del Libro de Mormón. La mayoría de los artefactos metálicos de Mesoamérica pertenecen a los siglos previos a la Conquista Española. Aún en esos tiempos, no había una provisión abundante de metales en la región, de modo que es posible que éstos los volviesen a utilizar, o los fundieran y los volvieran a moldear. Claramente, si estos objetos eran de tanto valor, serían en ocasiones muy raras que sus dueños los dejaran en donde los arqueólogos pudieran descubrirlos. Los objetos metálicos que se han llegado a descubrir generalmente son pequeños o fueron colocados a propósito como ofrenda en tumbas y sitios sagrados. El hecho de que ya se hayan encontrado una docena o más, de piezas de metal que datan de antes de 900 años d.C. y se remontan hasta 100 años a.C. nos asegura que este pueblo tenía conocimientos de la metalurgia.

Pero sin duda, estos objetos de metal eran relativamente raros y muy valiosos. Patterson supone que la razón por la que había comparativamente poco metal en los tiempos precolombinos es que era sumamente difícil minar los depósitos con la tecnología tan limitada con que contaban. No obstante, es intrigante el hecho de que no encontremos mayor evidencia de las habilidades metalúrgicas aparte de la pequeña cantidad de piezas que se han encontrado.

Sabemos que los peruanos usaban ciertas técnicas metalúrgicas sencillas poco después del año 2.000 a.C. ya que es ampliamente aceptado que hubo contacto entre Perú y Mesoamérica, sería asombroso que un conocimiento cultural tan valioso como lo es la metalurgia no se hubiera transmitido del primer pueblo al segundo. Tomamos en consideración la posibilidad de que esta técnica haya procedido del otro lado del océano, el que los peruanos hayan tenido este conocimiento nos sugiere firmemente que la teoría arqueológica aceptada a este respecto ha sido errónea, y que de hecho los pueblos mesoamericanos tenían mayor conocimiento de esta tecnología de lo que se ha podido descubrir hasta el momento.

Los estudios que se han verificado con relación a los idiomas apoyan el concepto de que se usaron metales en Mesoamérica a principios de su historia. Durante muchos años los lingüistas han estado comparando los idiomas que aún sobreviven y que están relacionados entre sí, con el fin de reconstruir los proto-idiomas de los que se derivaron. Los profesores Longacre y Millon han reconstruido parte del idioma proto-mixteco que se habló en el estado de Oaxaca, México y áreas circunvecinas.

De acuerdo con sus datos, parece haber existido una palabra alrededor del año 1.000 a.C. que quería decir metal (o cuando menos campana de metal). El estudio que realizó Kaufman de los idiomas Tzeltal-Tzotzil mostró que en la región maya hubo otra palabra para metal que se originó cerca del año 500 d.C; pero también se encuentra la misma raíz en el idioma huasteco, un idioma maya que se piensa se separó del grupo principal alrededor del año 2.000 a.C. Mientras tanto, Campbell y Kaufman, en un estudio importante sobre el idioma proto-mixe-zoqueo, demostraron en forma bastante conclusiva que éste era el idioma principal de la civilización Olmeca.

Este idioma también tenía una palabra para metal, que ellos pensaban que se había originado a más tardar en el año 1.500 a.C. Así que los lingüistas históricos ahora nos demuestran que mucho antes del año 1.000 a.C. parece haberse conocido y probablemente utilizado el metal en las tres familias lingüísticas más importantes de la Mesoamérica más antigua. Podemos confiar en que en el futuro los arqueólogos encontrarán artefactos metálicos, por muy raros que sean, para complementar la escasa información que se tiene en la actualidad.

Entre los metales que el Libro de Mormón menciona se encuentra el ziff. (Véase Mosíah 1 1:8.) Hay varias derivaciones hebreas de este término que son razonables, con el sentido de "brilloso o "laminado". Entre las substancias mesoamericanas conocidas, quizás sea la tumbaga la posibilidad más lógica. Esta aleación de cobre y oro se producía comúnmente en Colombia y Centroamérica pero también se ha encontrado en un sitio maya. Otra posibilidad es la singular aleación de cobre y estaño que descubrieron Rubin de la Borbolla, Caley y Easby en el occidente de México. O quizás el Ziff haya sido el estaño solo. Los científicos metalúrgicos modernos tienden a creer que en la actualidad ya se conocen todas las aleaciones y que no hay nada nuevo, como el ziff, aún sin identificar.

06 febrero 2010

Metales en el Libro de Mormón

Es común encontrar el error de interpretación sobre los metales en el Libro de Mormón;  se cree que existían miles de espadas usadas en las batallas o en armaduras y carruajes.

Este video aclara aun más el tema y coloca a los metales mencionados en el Libro de Mormón en su verdadero contexto.

07 junio 2013

¿De qué material eran las planchas?

¿Eran las planchas del Libro de Mormón de oro puro, o estaban hechas de una aleación que parecía oro?

Autor: Neal A. Maxwell Institute.
Traductor: Antonio A. Caballero.


La investigación más seria sobre esta pregunta la hizo hace 45 años Read H. Putman, un herrero y metalúrgico de Evanston, Wyoming [1]. Trabajando primeramente a partir de las dimensiones generales del conjunto de planchas que aportaron los testigos, calculó que un bloque de oro puro de ese tamaño, debería de haber pesado un poco más de 200 lb (91 Kg). Sin embargo, cierta cantidad de testigos dispusieron que el peso del conjunto era de unas 60 lb (28 Kg). La discrepancia puede ser parcialmente explicada por el hecho de que las láminas debieron de ser fabricadas a mano, probablemente a golpe de martillo y las irregularidades pudieron haber dejado huecos entre las planchas. Ésto llevó a Putnam a la conclusión de que probablemente todo el conjunto de planchas pudieron pesar menos de un 50% de lo que pesaría un bloque macizo del metal.

Debido a que el peso de un metal depende de su pureza, también debemos considerar si las planchas eran de oro puro. Los nefitas conocían las diferencias entre purezas y las aleaciones. Por ejemplo, sabemos que las planchas de “bronce” procedían de una aleación (muy posiblemente bronce, una mezcla de cobre y estaño) [2] y que las planchas de Éter se diferenciaban específicamente por ser de oro “puro” (Mosíah 8:9). Más adelante Nefi enseña a su pueblo “a trabajar con toda clase de” metales y “minerales preciosos”. Sin embargo en ninguna parte el texto dice que las planchas de los nefitas fueran de oro puro.

¿De oro puro o de una aleación con “la apariencia de oro”?

William, el hermano de José Smith, dijo específicamente que el material de las planchas era de “una mezcla de oro y cobre” [3] (Alguien tuvo que proporcionar un punto de vista  imparcial para esa declaración, ya que la suposición natural habría sido que las planchas eran de oro puro). Las cautelosas declaraciones de otros testigos, incluyendo al propio José Smith, quien habló de las planchas como si tuvieran “la apariencia de oro”, sugieren que el metal pudo ser una aleación [4].

Putnam observó que los dos únicos metales de color de la antigüedad eran el oro y el cobre. Una aleación de estos dos elementos era llamada por lo españoles “tumbaga” y su uso era muy común en la América tropical antigua para la elaboración de objetos preciosos. Putnam puso en marcha la razonable hipótesis de que las planchas de metal, fabricadas en los días de Mormón, eran de ese metal (la pieza arqueológica Mesoamericana más antigua de tumbaga -fabricada a partir de una hoja de metal martilleada- data del mismo siglo en que  Moroni escondió las planchas que tenía en su poder, el siglo V dC) [5]. Si las planchas del Libro de Mormón estaban hechas de tumbaga, su peso pudo haber sido mucho menor que si hubieran sido de oro puro. Putnam aclaró ese punto por medio de detalles matemáticos y concluyó que el peso total de las planchas, bajo responsabilidad de José Smith, pudo llegar a ser cerca de unas 60 lb (28 Kg) como declararon varios testigos.

Es interesante saber que al tumbaga se le daba un acabado dorado aplicándole ácido cítrico en la superficie. La reacción química resultante eliminaba los átomos de cobre de .0006 pulgadas de la superficie externa, dejando una microscópica capa de oro de 23 quilates que hacía que el objeto pareciera de oro macizo [6]. Planchas que tienen “la apariencia de oro”, es exactamente lo que se esperaría si estaban hechas de tumbaga [7].

Fuentes
  1. "Were the Plates of Mormon of Tumbaga?" Improvement Era, septiembre 1966, 788–89, 828–31; véase también en Ross T. Christensen, ed., Papers of the Fifteenth Annual Symposium on the Archaeology of the Scriptures (Provo, Utah: Extension Publications, BYU Division of Continuing Education, 1964), 101–9. Los hallazgos de Putnam son resumidos en "The 'Golden' Plates," en Reexploring the Book of Mormon, ed. John W. Welch (Salt Lake City: Deseret Book and FARMS, 1992), 275–77.
  2. Véase John L. Sorenson, An Ancient American Setting for the Book of Mormon (Salt Lake City: Deseret Book and FARMS, 1985), 283–84; y su "Metals and Metallurgy Relating to the Book of Mormon Text" (FARMS, 1992).
  3. William Smith interview, The Saints' Herald, 4 octubre 1884, 644.
  4. "El testimonio de ocho testigos," El Libro de Mormón; y Joseph Smith Jr., "Church History," Times and Seasons, 1 de marzo de 1842.
  5. David M. Pendergast, "Tumbaga Object from the Early Classic Period, Found at Altun Ha, British Honduras (Belize)," Science 168, 3 de abril de 1970, 117.
  6. Putnam, "Were the Plates of Mormon of Tumbaga?"; y Heather Lechtman, "Pre-Columbian Surface Metallurgy," Scientific American 250 (junio de 1984): 56–63.
  7. También es posible que otros procedimientos metalúrgicos, tales como una aleación a golpe de martillo de cobre-plata-oro, pudo dar lugar a un producto de apariencia similar (Véase Lechtman, "Pre-Columbian Surface Metallurgy"; y Dorothy Hosler and Guy Stresser-Pean, "The Huastec Region: A Second Locus for the Production of Bronze Alloys in Ancient Mesoamerica," Science 257, 28 de agosto de 1992, 1215). Véase también, Nephi's original plates might have been of different composition than Mormon's plates.
  8. http://maxwellinstitute.byu.edu/publications/jbms/?vol=10&num=1&id=393#_ednref7

14 octubre 2007

Un análisis científico del Libro de Mormón


coloco este titulo, por que voy subir un articulo que consta de 3 partes y que mira al Libro de Mormon en el aspecto de algunos de los ultimos descubrimientos en america y que cambia totalmente de lo que ocurria en cuanto a la informacion que teniamos, leean cuidadosamente la introduccion del articulo,donde explica y he confirmado de que muchos de los ataques al libro de mormon se basan en informacion muy antigua que ya a la luz de los nuevos descubrimientos podemos aclarar mas la verdad, bueno ahora los articulos...va el primero

Un análisis científico del Libro de Mormón:
Primera parte
Los Cambios en nuestra comprensión de la América antigua y de sus
Escrituras
por John L. Sorenson

Introducción Durante las últimas décadas,
los estudios profesionales en el campo de la
arqueología, geografía, cultura e idioma de los
pueblos americanos han proporcionado una
enorme cantidad de información que debe ser
de gran interés para aquellos que leen y creen
en el Libro de Mormón, información que los
científicos que se dedicaron al estudio de este
libro quizás nunca se hubieran imaginado que
existiera. En la actualidad, la calidad y
cantidaddeestudiosespecializados
relacionados con el Libro de Mormón son tan
amplios y profundos que es imposible que una
sola persona esté al tanto de todos los
aspectos de estos conocimientos.
De hecho, durante los últimos cincuenta años, ha quedado anticuada la mayor parte de lo que previas
generaciones pensaban acerca de las civilizaciones americanas precolombinas. Las ciencias que estudian las
civilizaciones antiguas han sufrido grandes cambios. En las primeras décadas de este siglo aún se consideraba que la
ciencia era la búsqueda y descubrimiento de verdades permanentes e infalibles. Sin embargo, en la actualidad tanto los
científicos como los filósofos concuerdan en que la naturaleza misma de su tarea requiere que constantemente
reinterpreten sus teorías y sus datos.1 El punto de vista de Karl Popper con respecto a la ciencia, de que es "eternamente
tentativa"2, ha llegado a ser aceptado entre muchos científicos. De manera que aunque en la actualidad exista quizás mil
veces más información acerca de las primeras culturas de América que la que estaba disponible hace medio siglo, ahora
los mejores científicos son mucho menos insistentes en describir categóricamente lo que sucedió en el Nuevo Mundo
pre-europeo.
También han ocurrido ciertos cambios en
algunos conceptos que han tenido los Santos

de los Ultimos Días con respecto al Libro de
Mormón. Nuestra fe en los principios
salvadores que enseñaron los profetas desde
Nefi hasta' Moroni no ha cambiado, y si lo ha
hecho de alguna forma, ha sido en aumento.
Pero al considerar estas Escrituras como un
documento antiguo, el estudiante minucioso
ahora es consciente de que tenemos mucho
más de lo que habíamos sospechado.
Comenzando con M. Wells Jakeman, Hugh
Nibley y Sidney B. Sperry, esta creciente
comunidad de investigadores Santos de los
Ultimos Días comenzaron afines de la década
de 1940 a descubrir algunos de estos
detalles.3 Un ejemplo de este cambio de
perspectiva,decontemplarnuevas
posibilidades, lo representa el descubrimiento
que hizo John W. Welch hace apenas quince
años de una forma literaria del Cercano
Oriente, llamada quiasmo, en el Libro de
Mormón, la cual pasó inadvertida para sus
lectores durante casi 140 años, desde su

publicación en 1830.4 En años recientes,
otros investigadores han encontrado en el
Libro de Mormón ciertas tendencias e
implicaciones insospechadas que en tiempos
pasados no se habían detectado.
Muchos Santos de los Ultimos Días no han
tenido acceso a las fuentes que comunican la
manera en que las investigaciones recientes
han cambiado nuestra comprensión del Libro
de Mormón como un documento antiguo.
Muchostambiénignoranalgunos
descubrimientos nuevos bastante asombrosos
que apoyan al Libro de Mormón y que han
sido el resultado del uso de métodos
científicos más avanzados. El propósito de
este artículo y los dos que le siguen es el de
dar algunos ejemplos claros de los cambios
que han ocurrido en el concepto que tienen
algunos científicos Santos de los Ultimos Días
acerca del Libro de Mormón a la luz de las

nuevas teorías y descubrimientos acerca del
pasado.
La intención de estos artículos no es la de
expresar enseñanzas oficiales de la Iglesia,
pero en base a mis propias investigaciones v
estudios he considerado que esta información
es digna de consideración.
Primera Parte:
Durante mucho tiempo, uno de los
intereses favoritos de los Santos de los
Ultimos Días ha sido la arqueología del Libro
de Mormón. Siempre aparecerá un grupo
considerable de personas a cualquier
conferenciaquetrateestetema.
Desafortunadamente, algunos escritores y
conferencistas no han estado tan bien
informados sobre el tema como debieran
estarlo, y tampoco aquellos que critican a la
Iglesia y de vez en cuando comentan el tema.

El problema en sí no es el de intenciones,
creencias o testimonio, sino de conocimientos.
El comparar el Libro de Mormón con los
descubrimientos de la arqueología y otros
campos relacionados es una actividad de
elevado nivel intelectual, y cuando una
persona, sea o no Santo de los Ultimos Días,
se propone obrar dentro de esa disciplina
académica, deberá sujetarse a las normas
que la gobiernan.
El primer elemento esencial es el
determinar la naturaleza del Libro de Mormón
y qué porciones pueden compararse
apropiadamente con los hallazgos científicos.
Después necesitamos establecer lo que
realmente saben los arqueólogos y otros
científicos y cuáles son las condiciones que
limitan sus conocimientos. Antes de poder
llegar a una conclusión legítima, por más
sencilla que ésta sea, se deben considerar

cuidadosamente ambos puntos de vista de
este asunto.
Un problema que algunos escritores y
discursantes Santos de los Ultimos Días
han tenido es el de confundir el texto
mismo del Libro de Mormón con su
interpretación tradicional. Por ejemplo, es
muy común escuchar que el Libro de
Mormón es "la historia de los indios
americanos". Esta afirmación contiene
varias suposiciones infundadas: que este
volumen de Escritura es una historia en el
sentido común, o sea, un relato cronológico
y sistemático de los acontecimientos
principales del pasado de una nación o
territorio; que los indios americanos son un
solo grupo de personas; y que las
aproximadamente cien páginas de texto
que contienen material histórico y cultural
podrían relatar la historia completa de un
hemisferio. Cuando se hacen suposiciones

infundadas como éstas, los críticos
responden de la misma manera, y critican
estas suposiciones y no el antiguo texto en
sí.
El resultado ha sido un cúmulo de
información acerca del Libro de Mormón,
perturbado por "evidencia" irrelevante, lógica
infundada y conclusiones conflictivas. Muchas
de las comparaciones que han hecho algunos
Santos de los Ultimos Días han estado
basadas en información incorrecta tanto en
toque respecta al análisis de pasajes de las
Escrituras como a los hechos arqueológicos.
Por otra parte, los pocos arqueólogos
profesionales que han intentado hacer tales
comparaciones a menudo se han equivocado
en dos aspectos: (1) han sido ingenuos con
relación al Libro de Mormón en sí -o sea, lo
que dice y lo que no dice; y (2) no han
considerado cuidadosamente los detalles
arqueológicos de los períodos correctos y en

las áreas más probables de la América
antigua. De hecho, solamente en años
recientes se han realizado suficientes
investigaciones para crear una descripción
confiable y verosímil de los sucesos y
características en su lugar y tiempo apropiado.
Aquellos que estudian el Libro de Mormón
harían bien en ampliar su criterio acerca del
mismo al actualizar sus conocimientos. Como
ejemplo citaremos algunos de los escritos de
B. H. Roberts, uno de los intelectuales más
capaces de la Iglesia en su tiempo. En varios
de sus escritos, realizados principalmente en
1922, intentó comparar el Libro de Mormón
con una novela romántica del siglo anterior
intitulada View of the Hebrews (Panorama de
los hebreos), escrita por Ethan Smith, un
ministro de la Nueva Inglaterra. Algunos
críticos habían sugerido que el profeta José
Smith había utilizado esta novela como base
para escribir el Libro de Mormón. De manera

que el élder Roberts analizó tanto este libro
como la literatura científica de su época con
relaciónalos pueblos y culturas de la América
antigua y los comparó con el Libro de
Mormón.
Desafortunadamente, se comprobó que lo
que en ese tiempo se consideraba como un
conocimiento verídico en relación con la
civilización de la América antigua. Estaba
fundado en información incompleta y en
algunos casos incorrecta. En su estudio, por
ejemplo, el élder Roberts utilizó el concepto
generalizado que prevalecía en su época de
que el Libro de Mormón era una historia de
todo el hemisferio occidental. Ahora es posible
ver que algunas de sus suposiciones acerca
del Libro de Mormón eran erróneas en los dos
aspectos mencionados anteriormente: el
conocimiento del material científico apropiado
y el análisis de los aspectos técnicos del Libro
de Mormón.

Entre las críticas que algunos arqueólogos
han hecho del Libro de Mormón, las dos
afirmaciones más difundidas (el libro del
finado Roben Wauchope y el artículo de
Michael Coe de hace una década,
aproximadamente)5 sufren de limitaciones
similares. Estos dos eminentes científicos
basaron sus reacciones al Libro de Mormón
en la misma suposición desafortunada de que
éste es un relato de los indios americanos que
habitaron todo el Nuevo Mundo. Sus
conclusiones eran tan erróneas como las de
algunos Santos de los Ultimos Días.
Es evidente que si el Libro de Mormón ha
de compararse como un documento antiguo
con información proveniente de otras fuentes,
es necesario derivar los hechos de los
tiempos y lugares apropiados. Por ejemplo,
sería inútil tratar de explicar las circunstancias
en las que Pablo escribió sus epístolas si las

tratáramos como si hubieran procedido de
Babilonia en la época del cautiverio judío. Con
el fin de comparar el Libro de Mormón con lo
que los arqueólogos han aprendido acerca de
sus antecedentes históricos en la América
antigua, tenemos la misma obligación, hasta
donde nos sea posible, de ser específicos en
cuanto a la ubicación y época de sus
acontecimientos.
Las tierras de los Nefitas y Jareditas
Algunos lectores piensan que el Libro de
Mormón no proporciona suficiente información
para poder elaborar una geografía, cuando en
realidad contiene numerosas afirmaciones
relacionadas con el tema. Cuando se analizan
detenidamente estas referencias a la par con
algunas deducciones razonables derivadas de
ellas, el libro prueba ser rico y sumamente
constante en su información sobre el tema.

Sería imposible proporcionar un análisis
completo de la geografía del Libro de Mormón
en estas páginas; sin embargo, por lo menos
durante los últimos cuarenta años, muchos de
los que han estudiado a fondo este tema han
llegado a conclusiones básicas muy similares:
(1) los acontecimientos registrados por los
escribas Nefitas y
(Esta
fotografía de las ruinas de Monte Albán, Oaxaca, México, muestra lo que puede ser el resultado final
de una labor arqueológica. El edificio de enfrente data de los tiempos de Cristo. Ya que contiene pasajes angostos que
están alineados con ciertas posiciones críticas del sol y la luna, se ha dicho que posiblemente haya sido un observatorio,
pero aún no ha quedado clara su fúnción real. (Fotografía de James Christensen . )
Esta fotografía de un sitio arqueológico sobre la frontera de Guatemala y México muestra lo difícil que resulta obtener
información confiable de una excavación arqueológica.
Los artefactos rotos que se encuentran en los .sitios arqueológicos a veces pueden restaurarse, tal como .se hizo con
esta vasija de dos piezas que se recuperó de una tumba derrumbada.)
Jareditas evidentemente cubrieron solamente un territorio limitado de la "tierra de promisión" del Nuevo Mundo y (2)
actualmente se conoce solamente un lugar en el hemisferio occidental que parece coincidir con ese escenario. 6
Estos puntos son sumamente importantes.
Durante mucho tiempo, la mayoría de la gente
suponía que los relatos del Libro de Mormón
ocurrieron en todo el continente americano,
tanto el hemisferio norte como en el sur. La
geografía parecía ser tan clara- un continente
norte y un continente sur, unidos por un istmo
angosto. Sin embargo, con el tiempo fue difícil
aceptar ese punto de vista a la luz de nueva

información. Por ejemplo, a principios del siglo
veinte las investigaciones realizadas habían
encontrado que al tiempo del descubrimiento
del Nuevo Mundo por los europeos, se
hablaban unos 1.500 idiomas.' Y los nuevos
conocimientos que se han obtenido acerca del
proceso de la estabilidad en los idiomas y los
cambios que éstos sufren impide suponer que
todos éstos hayan podido derivarse del
hebreo, que se supone era el idioma de los
Nefitas y lamanitas. La ciencia arqueológica
también comenzó a revelar una diversidad
asombrosa de culturas, lo cual reforzó la idea
de que muchos grupos diferentes habían
habitado las Américas.
A principios del siglo veinte, unos cuantos
miembros de la Iglesia comenzaron a
contemplar más detenidamente lo que el Libro
de Mormón decía al respecto. Encontraron
afirmaciones que indicaban que la ubicación
geográfica de la historia de los Jareditas y

Nefitas probablemente era más limitada de lo
que habían supuesto. Entonces, en 1939 los
Washburn publicaron un análisis detallado de
la geografía del Libro de Mormón, basándose
exclusivamente en las afirmaciones del
mismo, y demostrando la constancia de éstas.
Desde la publicación de su obra An Approach
to the Study of Book of Mormon Ceography
(Un enfoque al estudio de la geografía del
Libro de Mormón), los analistas del volumen
de Escritura han encontrado aún más datos
en las propias afirmaciones del Libro de
Mormón, los cuales sugieren que la extensión
de las tierras inmediatas en las que ocurrieron
los acontecimientos de este libro solamente
haya abarcado cientos y no miles de
kilómetros.8
Basándomeenmispropias
investigaciones, concuerdo con otros en que
hay solamente una zona que parece reunir
todos los requisitos claves: Mesoamérica.

Este es el nombre que los investigadores de
civilizaciones americanas han asignado a
aquella porción del centro y sur de México y el
nortedeCentroaméricaendonde
antiguamente se alcanzó el nivel más alto de
desarrollo cultural del hemisferio. Por ejemplo,
el libro habla mucho acerca de la larga
tradición que existía en el territorio de los
nefitas y jareditas de llevar registros escritos, y
en Mesoamérica, de acuerdo con la evidencia
actual, se conocen más de una docena de
sistemas de escritura, algunos de los cuales
abarcan desde el principio del primer milenio
a. de J.C.9 Sin embargo, en ningún otro lugar
de América encontramos evidencia digna de
confianza de que se haya llevado un sistema
genuino de escritura y una tradición de libros
antes de la llegada de los europeos en el siglo
dieciséis.Asimismo,enMesoamérica
podemos identificar a casi todos los rasgos
geográficos y culturales especificados en el
Libro de Mormón: la presencia (y ausencia),

en relaciones particulares, de montañas,
cuencas, ríos, "aguas", vados, pasos, mares,
costas, ruinas que datan de tiempos que
coinciden con el libro de Escritura, etc.'(10)
Está claro que si ubicamos las tierras del
Libro de Mormón dentro de una región tan
limitada como lo es Mesoamérica, será
necesario que analicemos de nuevo algunos
de los temas que han sido de gran interés
para los lectores del Libro de Mormón. Por
ejemplo, ¿cómo llegaron las planchas de Nefi
desde el campo de la batalla final cerca de "la
estrecha lengua de tierra" hasta donde José
Smith las encontró en el estado de Nueva
York? El Libro de Mormón no nos aclara este
punto, pero una posibilidad obvia sería que
Moroni mismo las haya llevado consigo hasta
Nueva York durante los treinta y seis años que
anduvo errante después de la exterminación
de los nefitas y antes de escribir por última
vez en las planchas. (Véase Mormón 6:6;

Moroni 1:1-4; 10:1.) O pudo haberlas llevado a
ese lugar siendo ya un ser resucitado.
Solamente sabemos que, cualquiera que haya
sido el medio, en 1827 las planchas se
encontraban en la "colina de tamaño regular"
cerca del hogar de José Smith en Palmyra,
Nueva York, en donde Moroni le entregó el
registro sagrado.
En muchos casos, una vez que
comprendemos la probabilidad de que la
geografía del Libro de Mormón haya sido en
una escala limitada, las dudas que han
propuesto los críticos acerca del idioma, la
cultura, la afiliación religiosa y otros
"problemas"tomanunaperspectiva
completamente diferente.
De manera que tomando como punto de
enfoque los datos extraídos primordialmente
del área mesoamericana, contemplemos el
Libro de Mormón a la luz de la información

que ahora tenemos acerca de su civilización y
geografía.
La naturaleza del registro
Otro concepto nuevo acerca del Libro de
Mormón es que no es una historia en el
sentido de la palabra que a menudo se utiliza
en la actualidad. De hecho, en vez de ser una
narración de lo que sucedió en un territorio en
particular, es como el Antiguo Testamento,
primordialmente una crónica familiar escrita
por profetas bajo la inspiración del Señor. Por
este motivo, el Libro de Mormón es similar en
varios aspectos importantes a las "historias de
linajes". Esta clase de documento proporciona
información seleccionada acerca del origen
del grupo, por qué fue escogido por Dios, los
acontecimientos cruciales que afectaron su
destino, los estatutos en los cuales se basaba
su sistema de poder, y sus relaciones con
otros grupos. Típicamente, un linaje utiliza
este tipo de relato histórico para definir sus

propios límites, reforzar su poder, estabilizar
su estructura social y de otras maneras
recalcar su identidad a los miembros de su
propio grupo. 11
La mayoría de los documentos históricos,
ya sean escritos u orales, de civilizaciones y
tribus antiguas son de este tipo.' No pretenden
relatar en forma total ni sistemática "lo que
sucedió" en todo el territorio. De hecho, quizás
el linaje no haya tenido control exclusivo de la
tierra (como en el caso de Abraham). Muchas
veces eran solamente una porción de la so-
ciedad y vivían entre grupos similares, ya sea
dentro o fuera de las naciones formales, las
cuales la mayoría de nosotros consideramos
como tema apropiado para la historia.
Por ejemplo, el relato del período patriarcal
en el Antiguo Testamento proviene de los
registros de un cierto linaje y por tanto
contiene principalmente sus acontecimientos

históricos claves y las grandes verdades que
sus líderes recibieron de Dios. Habla de
Abraham, quien sale del norte de Me-
sopotamia y entra a Canaán, y después a
Egipto, y representa a su familia es-
trechamente unida con otros pueblos y
culturas, los cuales casi no se mencionan en
el registro. Ur, Lot, Abimelec, Gomorra, los
"cinco reyes" y Melquisedec se mencionan
brevemente, pero sólo forman parte del
escenario, y se mencionan solamente con el
fin de facilitar el relato de la manera y la razón
por la que Israel obtuvo su lugar en la tierra
prometida.
Tanto los documentos nefitas como
jareditas contienen estas mismas ca-
racterísticas. Moroni, el último escriba del
linaje de Nefi, concluyó y sepultó el registro,
no porque ya no se estuviera haciendo historia
a su alrededor (véanse Mormón 8:1-9; Moroni
1:1-2), sino porque esos sucesos simplemente

no formaban parte de la historia de su grupo.
(Naturalmente, había otras razones más
importantes por las que debía terminar y sellar
el registro. Véanse Moroni 1:4; página titular.)
Por tanto, es aparente la razón por la que el
compendio de Mormón casi no menciona al
pueblo de Zarahemla, o sea los "mulekitas"
como los hemos llamado, aunque éstos eran
más numerosos que los nefitas. (Véase
Mosíah 25:2-3.) Eter tampoco dio mucha im-
portancia a aquellos gobernantes usur-
padores, posiblemente de un linaje rival,
quienes encarcelaron a sus antepasados e
impidieron que ocuparan el lugar que les
correspondía en el trono; de hecho, sus
nombres ni siquiera se mencionan en el Libro
de Eter. (Véanse Eter 10:30-31; 11:17-19.)
Para el pueblo del linaje de Febrero de 1985
Jared, esos nombres no tenían importancia.
En muchas formas significativas, el tema de
estos registros antiguos americanos era
acerca del destino de las familias centrales

que llevaban tales escritos. En ocasiones se
mencionaban otras, pero solamente porque
proporcionaban los accesorios necesarios pa-
ra el drama principal. Incluso se podían pasar
por alto períodos de varios siglos, sin duda,
porque muy poco fue lo que sucedió que se
considerara de valor para determinar el
destino de los descendientes de Nefi o de
Jared.
Las limitaciones de la arqueología
Así pues, los relatos del Libro de Mormón
no hablan de naciones en el sentido moderno
de la palabra, sino que generalmente se
refieren a las líneas de los gobernantes. Pero
un linaje así es prácticamente invisible para la
arqueología, y en esto yace el problema. La
única manera de conectar la famosa dinastía
hiksa de la Edad de Bronce de Egipto, o los

muy comentados gobernantes toltecas de
México de hace mil años, con sus ruinas, es
teóricamente.13
La naturaleza de la evidencia arqueológica, lingüística e histórica que
existe en la actualidad acerca de Mesoamérica dificulta la identificación de
grupos específicos, tales como un posible linaje nefitas, y con mayor razón
la de individuos. Este problema se aplica a cualquier investigación histó-
rica con relación a las civilizaciones antiguas. Los expertos no han podido
resolver sus disputas acerca de la identidad de los invasores israelitas
alrededor de Jericó en los tiempos de Josué y antes.14No hay ningún
monumento cerca del Jordán que diga "Aquí fue donde Israel cruzó"; ni se
encontrará señal alguna en Egipto que identifique la tierra de Gosén. En
cambio, es necesario buscar las tendencias en las costumbres o manera de
poblar que parecen relacionarse con algo que se menciona en las
Escrituras.
Sin embargo, una interpretación (esto es,
"El nuevo tipo de jarrones de barro que se
pueden observar en este nivel deben de
representar a los hebreos que llegaban a la
región") no se deriva de "los hechos" en sí.
Los científicos elaboran un caso, una propues-
ta, de que cierto documento o tradición
concuerda con los artefactos físicos, aunque
puede haber otros científicos que no estén de

acuerdo. De hecho, éstos pueden atacar
duramente la hipótesis. El Popol Vuh, una
historia de linaje de los pueblos de las
montañas de Guatemala, registra la invasión
de un pequeño grupo de guerreros con pa-
trones culturales mexicanos quienes llegaron
a gobernar la tierra hace unos seiscientos
años. Los maorís de Nueva Zelanda afirman
descender de un pequeño grupo de personas
que según cabe suponer llegaron de la
Polinesia central en canoas. Ambas
tradiciones pueden apoyarse con datos que
vagamente las confirman; y sin embargo la
evidencia es dudosa, y a menudo surgen
discusiones entre los científicos con respecto
a este tipo de temas.
Supongamos, por tanto, que pudiéramos
identificar una serie de paralelos importantes
entre lo que el Libro de Mormón nos dice
acerca de la vida antigua en las tierras nefitas
y lo que la investigación actual nos dice

acerca de las costumbres mesoamericanas.
Entonces estaríamos basándonos en la ve-
rosimilitud, tal como aquellos que investigan
asuntos históricos seculares.
¿Es la verosimilitud una conexión
aceptable entre el texto del Libro de Mormón y
los artefactos físicos?. Ciertamente. Es la
misma conexión que han estado utilizando
durante muchos años los arqueólogos
prominentes entre otros textos y su contexto,
especialmente la gran obra que se ha
realizado en años recientes con relación a la
historia bíblica.
Los arqueólogos permanecen un tanto a oscuras con respecto a gran
parte de la vida antigua simplemente porque es muy difícil llegar a conclu-
siones acerca de las creencias, estructuras sociales y personalidades de un
grupo basándose solamente en tiestos, fragmentos de piedras y murallas
derrumbadas. Y ya que en un momento dado los arqueólogos han
descubierto solamente una fracción de toda la evidencia que había
quedado sepultada, continuamente nos esperan sorpresas con respecto a lo
que era o no era parte de la antigüedad. Aun cuando el estudio de los
artefactos culturales se complemente con información adicional -desde la
lingüística histórica, inscripciones, antropología biológica, identificación
botánica no podemos estar absolutamente seguros. Por lo tanto, todas las

interpretaciones de los descubrimientos arqueológicos deberían ser
precedidas por las palabras "hasta ahora" y "parece ser".
La arqueología, por lo tanto, tiene sus
propias limitaciones inherentes, las cuales
obligan a los arqueólogos a hacer inferencias
razonables, aunque no con plena certeza,
basándose en los datos limitados y ambiguos
que encuentran. Por ejemplo, Michael Coe, de
la Universidad de Yale, trata de conectar a
ciertos dioses aztecas, cuyas características
conocemos principalmente a través de las
tradiciones registradas por los españoles en el
siglo dieciséis, con las imágenes de los
Olmecas que datan de 2.500 años antes y que
él considera representan dioses con
características similares a las de los dioses
aztecas.15 Su colega George Kubler,
basándose en la misma información, está
totalmente en desacuerdo;16 pero eso
también es cuestión de interpretación.
Mientras tanto, incluso en una región que se
supone es bien conocida, la Judea antigua,
las interpretaciones varían grandemente.

Hace dos generaciones el profesor William F.
Albright identificó el sitio de Tel Laquis como
la ciudad "Laquis" que se menciona en el
Antiguo Testamento con relación a las
invasiones asirias y babilónicas. Basó su
identificación en un informe tradicional de
Eusebio en el siglo cuatro d. de J.C. en donde
éste anota sitios y distancias entre un lugar y
otro, lo cual hace que tal ubicación sea un sitio
posible para esa ciudad del Antiguo
Testamento. El profesor Ahistrom, de la
Universidad de Chicago, ha puesto en duda
tal identificación. David Ussishkin, de la
Universidad de Tel Aviv, quien ha trabajado en
ese sitio por varios años, concuerda en que la
identificación es puramente circunstancial,
pero a su parecer es "sumamente
probable".17
Varios investigadores del Libro de Mormón
piensan que la gran región de Karninaljuyu, un
sector de la ciudad moderna de Guatemala,
podría corresponder a la ciudad de Nefi del

Libro de Mormón. ¿Es posible comprobar esta
identificación? Claro que no; pero cuando nos
conformamosconlasprobabilidades,
simplemente estamos siguiendo los métodos
más avanzados de la arqueología moderna. El
profesor L. R. Binford insiste que ante la
"ambigüedad en los hechos del registro
arqueológico", el arqueólogo debe "analizar
prudentemente las alternativas y después
llegar a una conclusión en cuanto a lo más
probable". En otras palabras, hablando en
términos arqueológicos, la verosimilitud se
convierte en el criterio para juzgar la veracidad
de una afirmación. 18
Eso es todo lo que podemos hacer. Después de todo, la ciencia, así
como la historia hecha por los hombres, es "eternamente tentativa", nos
asegura Popper, y agrega: "Sólo en nuestras experiencias subjetivas de
convicción, en nuestra fe subjetiva, podemos estar `absolutamente
seguros'.19 La ciencia no proporciona ningún equivalente por aquella "fe
subjetiva"; sin embargo, es sumamente interesante contemplar lo
razonable que parece ser ahora el relato de los nefitas, a la luz de los
descubrimientos de este último medio siglo.

La guerra
Un buen ejemplo de un tema sobre el cual
han cambiado radicalmente las opiniones de
los expertos y ahora concuerdan más con el
Libro de Mormón es el conflicto armado. Hasta
hace poco, la descripción prevalente de Me-
soamérica era que en la era clásica solamente
habían existido sociedades pacíficas, siendo
ejemplo de ello las ruinas espectaculares
mayas y de Teotihuacán que datan
aproximadamente de 300 a 800 años d. de J.
C.20 Se supone que los líderes mayas
debieron de haber pasado su tiempo
pacíficamente meditando y adorando un grupo
complejo de dioses, contemplando arte no-
table, participando de juegos filosóficos con su
calendario, en una palabra, actuando como
"los griegos del Nuevo Mundo". Unicamente
después del año 1000 d. de J.C. se supone
que el militarismo haya jugado un papel en la
historia de Mesoamérica.

En las décadas de 1950 y 1960 hubo
varias personas -Armillas, Rands y Palerm 21
que abogaron por la revisión de esta
descripción, pero nadie les escuchó. El gran
cambio ocurrió con la labor que realizó la
Universidad de Tulane en 1970 en Becán,
Península de Yucatán. El centro del sitio está
rodeado por una zanja de casi dos kilómetros
de circunferencia y promediando dieciséis
metros de diámetro. Los que la fabricaron
apilaron la tierra de tal manera que formaba
una loma del lado interior de la zanja. David
Webster describió el efecto militar de esta
fortificación:
"Es casi imposible arrojar algo hacia arriba
desde el exterior de esta fortificación. Los
defensores, posiblemente protegidos por una
empalizada,podíanhaberderramado
proyectiles de largo alcance sobre sus
enemigos usando hondas y lanzadores."22

Esto casi parece ser un paráfrasis de Alma
49:18-20. Pero Cortés, el conquistador
español, había visto varios tipos de
fortificaciones similares a ésta al atravesar los
bosques entre Tabasco, México, y Honduras
durante la década de 1520. ¿Fue Becán
simplementeunodeaquellossitios
posteriores e insignificantes que datan mucho
después de los tiempos del Libro de Mormón?
Webster demostró que la zanja y la muralla de
Becán fueron construidas aproximadamente
entre 150 y 450 años d. de J.C., fechas que
comprenden la época en que Mormón y
Moroni vivieron y pelearon. 23
Desde entonces ha surgido mucha evidencia que apoya este hecho.
En la actualidad se conocen más de cien sitios fortificados. La labor de
Ray Matheny en Edzna reveló una fortificación grande, rodeada de un
foso, que data de los tiempos de Cristo.24 Loma Torremote, en el valle de
México, ya era un poblado empalizado arriba de una loma para el año 400
d. de J.C. 25 Una porción de los tres kilómetros de murallas defensivas en
las famosas ruinas de Monte Albán datan de antes de 200 a. de J. C. 26 El
centro de Los Naranjos, en Honduras occidental, estaba completamente
rodeado por una zanja grande en algún período comprendido entre los
años 1000 y 500 a. de J. C.27 Además de los sitios, se ha encontrado arte
gráfico, restos de armas y figuras de guerreros que datan de diferentes

períodos. También se han encontrado murallas de piedra. (Compárese con
Alma 48:8. )28 Y la percha pública de calaveras (el tzompantli azteca) que
utilizaban los aztecas en la época de la Conquista, con el fin de atemorizar
a los que quisieran rebelarse en contra de su control militar, ha sido descu-
bierto ahora en el Valle de Cuicatlán en Oaxaca, y data de antes del
tiempo del Cristo.29
Cada vez se hace más patente que las
prácticas militares que se utilizaban cuando
los europeos llegaron se remontan a principios
de la historia de Mesoamérica. No obstante,
hasta hace unos diez años la mayoría de las
descripciones publicadas acerca de la vida
antigua en tal región contradecían di-
rectamente esta opinión.
Un incidente reciente demuestra la manera
en que las opiniones anticuadas pueden
intimidar a las personas. Uno de mis ex
alumnos me escribió preocupado porque su
profesor en una universidad del este de los
Estados Unidos le había asegurado que el
arco y la flecha, que se mencionan en varias
ocasiones en el Libro de Mormón, no
existieron en Mesoamérica hasta el año 900 d.

de J.C. Pero yo pude asegurarle que en un
tiesto descubierto en el centro de México se
encuentra grabada la imagen de un hombre
con tal arma. Este fragmento data de aproxi-
madamente ochocientos años antes de la
fecha citada por el profesor.30
A la luz de los recientes descubrimientos
en lo que respecta a Mesoamérica, ahora
parecen ser completamente razonables la
descripción de las fortificaciones en Alma 48
hasta 3 Nefi 3, las frecuentes batallas
registradas en los relatos jareditas y nefitas, la
cantidad de bajas, muchas de las tácticas y
armas empleadas, el sistema de organización
de los ejércitos y otra información sobre el
tema que nos comunica el Libro de Mormón.
La población
En 1560, Fray Bartolomé de las Casas
calculó que cuarenta millones de americanos

nativos habían perecido "injustamente y bajo
tiranía" en la Nueva España en las dos
generaciones que transcurrieron después del
descubrimiento hecho por Colón.31 En la dé-
cada de 1930, el antropólogo A. L. Kroeber
calculó que al tiempo de la llegada de los
europeos, la población total del hemisferio era
8.4 millones, una cantidad muy inferior.32
Estos extremos ilustran la dificultad que existe
en tratar de calcular el monto de la población,
y los cálculos a menudo reflejan los tiempos
de los hombres que los hicieron. Las cifras de
Kroeber indudablemente fueron afectadas por
el pesimismo de la Gran Depresión Nor-
teamericana que afectó a historiadores,
antropólogos y otros científicos. Por otra parte,
la evaluación que hizo Henry Dobyn de los
datos disponibles le llevaron a concluir, en el
próspero año de 1966, que en el año 1.500 d.
de J.C. había habido una población de
aproximadamente noventa millones de nativos

y que más de cuarenta millones habían
habitado México y la América Central. 33
Los estudios de la población, claro está, no
se basan en la especulación ni en
interpretaciones caprichosas. Al examinar más
detenidamente las fuentes históricas y
arqueológicas, y al corregirse mutuamente los
especialistas mediante sus críticas, está
surgiendo una mejor comprensión de las cifras
reales. La obra de William Denevan de 1976,
The Native Population of the Americas in 1492
(La población nativa de las Américas en
1492), tomó en consideración todos los
argumentos. El cálculo al que llegó, de 57
millones en todo el hemisferio, parece ser un
número probable. Llegó a la conclusión de
que en México y Centroamérica había una
poblacióndeaproximadamente27
millones.35Es más, de acuerdo con Fernando
de Alva Ixtlilxochitl, quien en la era después
de la conquista utilizó documentos nativos

como fuente para su historia del centro de
México, los "toltecas" del siglo diez realizaban
guerras con millones de guerreros y sufrieron
bajas de más de 5.6 millones." Aun tomando
en cuenta una posible exageración, estas
cifras siguen siendo razonables, como lo son
las bajas de 230.000 guerreros que se
atribuye a los nefitas seiscientos años antes.
(Véase Mormón 6:10-15.)
Las cantidades que citaban los demógrafos hace décadas con respecto
a la población mesoamericana no podían conciliarse con las declaraciones
del Libro de Mormón en cuanto a la destrucción de millones de personas
en las guerras finales de los jareditas y nefitas. Ahora, el análisis de los
datos con respecto a las tierras que fueron ocupadas, la ecología, el tamaño
de las poblaciones, las bajas en las guerras y otros factores relacionados
con la población que podemos encontrar en el texto del Libro de Mormón
muestra una importante constancia y realismo en los cambios
demográficos registrados en este libro. De igual manera, las cifras
absolutas registradas en el libro quedan dentro de los mismos límites que
las cantidades que los actuales investigadores de Mesoamérica consideran
como aceptables.
El uso de metales
Los críticos han considerado como
problemaespecialciertosartefactos
específicos que menciona el texto del Libro de

Mormón y que no tienen ningún paralelo
conocido en la América antigua. Sin embargo,
tanto los que critican como los que apoyan
este tema han demostrado que tenían un
conocimiento insuficiente tanto de las decla-
raciones de las Escrituras como del material
cultural comparable del lugar y la época
correctos.
Durante muchos años, los científicos que
se especializan en el área de Mesoamérica
contendieronquelametalurgiaera
desconocida en esta región hasta después del
final de la era clásica, alrededor del año 900 d.
de J.C. Por otra parte, el Libro de Mormón
indica que los nefitas utilizaron el hierro, el
cobre, el bronce, el acero, el oro y la plata casi
desde principios de su historia (2 Nefi 5:15), y
los jareditas utilizaron el oro, la plata y otros
metales más de mil años antes. Sin embargo,
los nuevos datos e interpretaciones de nuevo
apoyan las afirmaciones del Libro de Mormón.

La mayoría de los artefactos metálicos de
Mesoamérica pertenecen a los siglos previos
a la Conquista Española. Aun en esos
tiempos, no había una provisión abundante de
metales en la región, de modo que es posible
que éstos los volviesen a utilizar, o los fun-
dieran y los volvieran a moldear. Claramente,
si estos objetos eran de tanto valor, sería en
ocasiones muy raras que sus dueños los
dejaran en donde los arqueólogos pudieran
descubrirlos. Los objetos metálicos que se
han llegado a descubrir generalmente son pe-
queños o fueron colocados a propósito como
ofrenda en tumbas y sitios sagrados. El hecho
de que ya se hayan encontrado una docena o
más de piezas de metal que datan de antes
de 900 años d. de J.C. y se remontan hasta
100 años a. de J.C. nos asegura que este
pueblo tenía conocimientos de la metalurgia.
Pero sin duda, estos objetos de metal eran
relativamente raros y muy valiosos. Patterson
supone que la razón por la que había

comparativamente poco metal en los tiempos
precolombinos es que era sumamente difícil
minar los depósitos de mena con la tecnología
tan limitada con que contaban.36
No obstante, es intrigante el hecho de que
no encontremos mayor evidencia de las
habilidades metalúrgicas aparte de la pequeña
cantidad de piezas que se han encontrado.
Sabemos que los peruanos usaban ciertas
técnicas metalúrgicas sencillas poco después
del año 2.000 a. de J.C.37 Ya que es
ampliamente aceptado el que hubo contacto
entre Perú y Mesoamérica, sería asombroso
que un conocimiento cultural tan valioso como
lo es la metalurgia no se hubiera transmitido
del primer pueblo al segundo.38 Aun si no
tomamos en consideración la posibilidad de
que esta técnica haya procedido del otro lado
del océano, el que los peruanos hayan tenido
este conocimiento nos sugiere firmemente que
la teoría arqueológica aceptada a este res-

pecto ha sido errónea, y que de hecho los
pueblos mesoamericanos tenían mayor
conocimiento de esta tecnología de lo que se
ha podido descubrir hasta el momento.
Los estudios que se han verificado con
relación a los idiomas apoyan el concepto de
que se usaron metales en Mesoamérica a
principios de su historia. Durante muchos
años los lingüistas han estado comparando
los idiomas que aún sobreviven y que están
relacionados entre sí, con el fin de reconstruir
los proto-idiomas de los que se derivaron. Los
profesores Longacre y Millon han reconstruido
parte del idioma proto-mixteco que se habló
en el estado de Oaxaca, México y áreas cir-
cunvecinas. De acuerdo con sus datos,
parece haber existido una palabra alrededor
del año 1.000 a. de J.C. que quería decir
metal (o cuando menos campana de metal).39
El estudio que realizó Kaufman de los idiomas
Tzeltal-Tzotzil mostró que en la región maya

hubo otra palabra para metal que se originó
cerca del año 500 d. de J.C.; pero también se
encuentra la misma raíz en el idioma
huasteco, un idioma maya que se piensa se
separó del grupo principal alrededor del año
2.000 a. de J.C.40 Mientras tanto, Campbell y
Kaufman, en un estudio importante sobre el
idioma proto-mixe-zoqueo, demostraron en
forma bastante conclusiva que éste era el
idioma principal de la civilización Olmecas.
Este idioma también tenía una palabra para
metal, que ellos pensaban que se había origi-
nado a más tardar en el año 1.500 a. de
J.C.41 Así que los lingüistas históricos ahora
nos demuestran que mucho antes del año
1.000 a. de J.C. parece haberse conocido y
probablemente utilizado el metal en las tres
familias lingüísticas más importantes de la
Mesoamérica más antigua. Podemos confiar
en que en el futuro los arqueólogos encontra-
rán artefactos metálicos, por muy raros que

sean,paracomplementarlaescasa
información que se tiene en la actualidad.
Entre los metales que el Libro de Mormón
menciona se encuentra el ziff. (Véase Mosíah
1 1:8.) Hay varias derivaciones hebreas de
este término que son razonables, ya sea con
el sentido de "brilloso o "laminado". Entre las
substanciasmesoamericanasconocidas,
quizás sea la tumbaga la posibilidad más
lógica.42 Esta aleación de cobre y oro se
producía comúnmente en Colombia y
Centroamérica pero también se ha encontrado
en un sitio maya.43 Otra posibilidad es la
singular aleación de cobre y estaño que
descubrieron Rubin de la Borbolla, Caley y
Easby en el occidente de México.44 O quizás
el Ziff haya sido el estaño solo. Los científicos
metalúrgicos modernos tienden a creer que en
la actualidad ya se conocen todas las
aleaciones y que no hay nada nuevo, como el
ziff, aún sin identificar.

Un caso paralelo nos ayudará a apreciar
que sigue habiendo problemas para resolver
con relación al análisis físico y a la
identificación de metales. Fuentes rusas
medievales hacen referencia al metal kharsini.
A través de un estudio minucioso de los
documentos, recientemente se le ha
identificadotentativamentecomouna
substancia nativa compuesta de arsénico y
antimonio. Los científicos habían supuesto
anteriormente que el kharsini era el latón.45 Al
igual que en este caso paralelo, Caley y
Easbycriticaronalosarqueólogos
mesoamericanos por "rehusarse tercamente a
aceptar los hechos" con relación a la
explotación, fundición y uso del estaño en los
tiempos precolombinos. Los arqueólogos
generalmente habían negado la presencia
misma de este metal en los días
prehispánicos.46

Lo importante de toda esta explicación es
lo que nos enseña acerca del terna
"conocimiento". En este momento no sabemos
lo que es el Ziff. Y no importa cuán completos
crean los metalúrgicos y los arqueólogos que
sean sus datos en la actualidad, podemos
confiar en que al seguir realizando estudios
más profundos se descubrirá información
adicional con respecto a la composición
química de los artefactos que va se han
desenterrado, los descubrimientos que se
harán en el futuro, la terminología de los
metales, etc. Por ejemplo. nos gustaría ver
realizado un estudio más detallado del
contenido de una vasija de barro que hace
años descubrió en Tcotihuacán, México, el ar-
queólogo sueco Sigvald Linne, que data de
300-400 años d. de J.C. y contiene una masa
de "apariencia metálica" que incluye cobre y
hierro.47 Al mismo tiempo, los Santos de los
Ultimas Días que tengan interés en el tema
deberán examinar cuidadosamente el texto

del Libro de Mormón para analizar y
correlacionar cada afirmación e implicación
acerca de los metales. Solamente de esta
manera podrá realizarse una comparación
adecuada. Sin embargo, el "problema" del uso
de los metales en el Libro de Mormón ya
parece haberse acercado mucho a su
solución.
En un sentido más amplio, la tesis de este
artículo es la investigación como un proceso
continuo y abierto. No es aconsejable que los
lectores Santos de los Ultimas Días ni los
arqueólogosprofesionalespermanezcan
estáticos. El lector Santo de los Ultimas Días
que desee profundizar más allá de un estudio
somero de la "evidencia" debe desarrollar
habilidades y multiplicar las maneras en que
puede analizar un texto antiguo. Los
arqueólogos harían bien en aprender que
aunque un documento de tiempos remotos
pueda contener material religioso desconocido

para ellos, aun así puede ofrecerles una
comprensión nueva acerca de los restos
físicos que les interesan. Es contraproducente
que los miembros de la Iglesia y los
arqueólogos desconozcan el trabajo del uno y
del otro, ya que el curso más conveniente
para seguir es cl de una actitud estudiosa por
parte de ambos.
NOTAS
1 . Thomas Kuhn, The Structure of Sriptures`
Revolutions (Chicago: University of Chicago
Press, 1962).
2. Kurl R. Popper, Tlm Logic o/Scientific
Di.saaygrv (Ncw York: Basic Books, 1959),
pág. 280. "Ha llegado a verse como un ídolo el
antiguo ideal científico de la episteme, del
conocimientoabsolutamenteciertoy
demostrable. En la actualidad se exige que
haya una objetividad científica, la cual hace
que sea inevitable el que toda afirmación

científica sea eternamente tentativa. Es
posible que ésta sea corroborada, pero toda
corroboración depende también de otras
afirmaciones que de nuevo son tentativas.
Sólo en nuestras experiencias subjetivas de
convicción, en nuestra fe subjetiva podemos
estar `absolutamente seguros'." (Cursivas en
cl original.)
3. M. Wells Jakeman, "The Ancient
Middle-American Calendar System: Its Origin
and Development", Brigham Ynung Univerrity
(BYUJ Publications in Archaeology and Early
Historv, núm. I , 1947; Hugh Nibley, "Thc Book
of Mormon as a Mirror of the Easf",
lmprovementEra 51 (1948), págs. 202-04,
249-51; Sidney B. Sperry, Our Book qf
Mormon (Salt Lake City: Stevens and Wallis,
1947).
4. John W. Welch, "A Study Rclating
Chiasmus in the Book of Mormon to Chiasmus
in the Old Testament, Ugaritic Epics, Homer
and Selected Grcck and Latin Authors", Tesis

para Maestría, Brigham Young University,
1970; John W. Welch, editor, Chia,smu.s in
Antiyuih, (Hildesheim: Gerstenbcrg Vcrlag,
1981). Véale también Liahona, mayo de 1984,
pág. 13.
5. Roben Wauehope, Lo.sl Trihc•.c ancl
Sunken Ccnttinent.n (Chicago: Univcrsity of
Chicago Prcss, 1962). Michacl D. Coe,
"Mormons and Archacology: An Outsidc Vicw",
Dicrlog«e 8 (1973), págs. 4()-48.
6. A pesar de haber cierto desacuerdo en
cuanto a los detalles, a continuación aparecen
en orden cronológico aquellos que han llegado
u conclusiones similares a éstas: J. A. y J. N.
Washburn, An Approaclt to the St«c/v uf l3ook
o/Mnrrnnn Geography (Provo: Ncw Era
Publishing. 1939); M. Wells Jakeman en sus
clases en BYU y conferencias públicas desde
por lo menos 1946 en adelante; Thomas
Stuart
h ntngra/in ele «« nl?jc•to de oro e_Vraidu de/
C'e r«ne de Sí¡< ri/icin. Chicl«e Itzá.

Ferguson, Camorah-Where? (Independence,
Missouri, 1947); Milton R. Hunter y Thomas
Stuart Ferguson, Ancient America and the
Book o/ Mormon (Oakland, California: Kolob
Book Co., 1950); Ross T. Christensen, "The
Present Status of Book of Mormon
Archaeology: Part 2", Millenial Star (octubre de
1952), pág. 234 y subsiguientes; John L.
Sorenson, "Where in the World? Views on
Book of Mormon Geography", Book of
Mormon Working Paper No. 8, circulado
privadamente, 1955; V. Garth Norman,
"Book-of-Mormon Geography Study on the
Narrow Neck of Land Region", Book of
Mormon Geography Working Paper No. I ,
circulado privadamente, 1966; Sidney B.
Sperry, Book o/ Marmon C amhendinm (Salt
Lake City: Bookcraft, 1968), págs. 447-51;
Hugh Nibley, "The Book of Mornion and the
Ruins", Foundation for Ancient Rescarch and
Mornion Studies, Nihlel Archive Reprint
BMA-BM (1980), pág. 2; David A. Palmer, /n

Search o/ C'umorah: Nesr Evide ice s,/nr tlte
Buuk o/ Mormnn li-om Ancient Mexico
(Bountiful, Utah: Horizon Pub]¡ shers, 1981).
7. Por ejemplo, Norman A. MeQuown,
"Indigenous Languages of Native America",
Ame ricalt Anthropologi.st 57 (1955), págs.
501-70. 8. Muchos científicos han analizado
los pasajes del Libro de Mormón que afirman
una posible limitación geográfica en cuanto a
las tierras nefitas (y jareditas). Un ejemplo son
los últimos escritos de Sidney B. Sperry,
profesor de Escrituras en la Universidad
Brigham Young durante muchos años, quien a
menudo analizó las implicaciones de tales
pasajes como Omni 1:20-21; Mosíah 8:7-12
con Alma 22:30-32; Mormón I-5; Eter 9:3; y
Eter 14 y 15. Véase también J. Nile
Washburn, Bnnk o/ Mnrmon Lands and Times
(Salt Lake City: Horizon Publishers, 1974),
págs. 205-17, 283-87; y Ferguson, 1947, y
Palmer, 1981, citados en la nota 6. 9. Michael
D. Coe, "Early Steps in the Evolution of Maya

Writing", en H. B. Nicholson, compilador,
Origins o/ Religioua Art and Iconngrctplt.~, ll1
PreclassicMesoamericw (Los Angeles: UCLA
Latin American Center and Ethnic Arts Council
of Los Angeles, California, 1976), págs.
11()-11.
10. Además de las fuentes citadas en las
notas 6 y 8, vea también John L. Sorenson,
An Ancie nt Ame rican Setting,/ór the Book n/
Mornion (Provo: Foundation for Ancient
Research and Mornion Studies, en impresión).
11 . Consideren el siguiente razonamiento: (1)
El cerro de Cumora de los nefitas y el de
Rama de los jareditas eran el mismo (Éter
15:1 l). (2) Esta región, cubierta de huesos
(Omni 1:22; Mosíah 8:8; y 21:2(-27; etc. ), y
también una "región de muchas aguas, ríos y
fuentes" (Mormón 6:4; Eter 15:8), se
encontraba en la tierra de Desolación, que
colindaba con la tierra de Abundancia en la
pequeña lengua de tierra (Alma 22:29-32). (3)
En los capítulos 3 a 6 de Mormón, se aclara

que las batallas finales de los nefitas se
ubicaron principalmente en el área general de
la ciudad de Desolación, que se encontraba
en la tierra de Desolación "cerca del pasaje
estrecho que conducía a la tierra del sus'
(Morrión 3:5, 7). (4) Y por lo tanto, de acuerdo
con este razonamiento, Cumora, que fue el
campo de la batalla final entre los nefitas y los
lamanitas, se encontraba cerca de la pequeña
lengua de tierra. 12. 1. M. Lcwis, ---Force and
Fission in Northern Somalí Lineage Structure",
American Anthropologist 63 (1961), pág. 109;
F. Barth, "Segmentary Opposition and the
Theory of Games: A Study of Pathan
Organization",Journalo/theHoyal
Aitthrnpological Instittcte 89 (1959), pág. 7; W.
F. Albright, Yahiveh and the Gods o/ Canaan:
A Hisinrical Anal -Nsis ofTsco Contrasting
Faifrs (London: University oí' London The
Virgule Athlone Press, 1968), pág. 82; Nigel
Davies, "The Aztec Concept of History: Tula
and Teotihuacán", artículo presentado en el

44o.CongresoInternacionalde
Americanistas, Manchester, 1982. 13. William
F. Albright, The Archcreologt ofPalestine
(Harmondsworth: Penguin Books, 1949),
págs, 85-87; Richard A. Diehl, "Tula", en J. A.
Sabloff, compilador, Supplement to the
Handbook oj Middle American 1ndians, Tomo
1 , Archaeology (Austin: University of Texas
Press, 1981), pág. 291. 14. Kathleen M.
Kenyon, The Bible and RecentArchaeology
(Atlanta, Georgia:
r®--
John Knox Press, 1978), págs. 33-43. 15.
Michael D. Coe, Mexico, 2a. edición (New
York: Praeger, 1977), pág. 86. 16. George
Kubler, "The Iconography of the Art of
Teotihuacán", Dumbarton Oaks Studies in
Pre-Columbian Art and Archaeology, Núm. 4
(Washington, D.C.. 1967), págs. 1 1-12. 17. La
disputa en cuanto a la identificación se
resumió en una conferencia de Ussishkin en la
Universidad Brigham Young en febrero de

1982. 18. Lewis R. Binford, "Reply", Current
Anthropology 24 (junio de 1983), pág. 373; las
cursivas aparecen en el original. 19. Véasela
nota 2. 20. David L. Webster, Defensive
Artworks at Becan, Campeche, Mexico:
Implications for Maya Warfare, (Tulane
University,MiddleAmericanResearch
Institute, Publication 41, 1976), pág. 108. 21.
AngelPalerm,"Notassobrelas
Construcciones Militares y la Guerra en
Mesoamérica", Anales del Instituto Nacional
de Antropología e Historia (México), 7 (1956),
págs. 123-34; Pedro Armillas, "Mesoamerican
Fortifications", Antiquity 25 (1951), págs.
77-86; Robert L. Rands, Some Evidences of
Warfare in Classic Maya Art, disertación
doctoral, Columbia University, New York, 1952
(University Microfilms Doctoral Dissertation
Series no. 4233, 1952). 22. Webster, pág. 96.
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